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InicioSin categoríaEl Ricardito, un icono de la identidad gastronómica uruguaya.

El Ricardito, un icono de la identidad gastronómica uruguaya.

El primer amor nunca se olvida, así como los amigos de la infancia. Lo mismo aplica a nuestras primeras experiencias gastronómicas. Hay sabores hogareños, como ese plato que hacía tu madre que nadie podrá superar. También están los vicios culposos que solo podemos disfrutar en pequeñas cantidades, como golosinas, papas fritas, helados comerciales o gaseosas, solo para ocasiones especiales como fiestas o cumpleaños. ¿Quién puede olvidar la emoción de correr por caramelos cuando se rompe la piñata? Y están los amores imposibles, aquellos que solo podemos obtener en ocasiones excepcionales, a menudo en solitario. En esta categoría se encuentran los únicos e inimitables Ricarditos, producidos solamente en Uruguay a partir de una receta europea creada en 1895 en Escocia. Una delicia que ha conquistado a varias generaciones de compatriotas, pero por alguna razón misteriosa, no ha tenido el mismo impacto en el resto del mundo.

En mi infancia, un Ricardito era una exquisitez que solo se podía conseguir en su estado más puro en un supermercado a un precio prohibitivo. Era algo que comprabas solo o con la complicidad de un familiar goloso. Además, compartir un Ricardito es como tener un virus zombi: pierdes toda sentido de identidad y no recuperas la cordura hasta terminarlo. Si no has probado los Ricarditos originales, es difícil describirlos. Pero imagina morder un trozo de nube con sabor a merengue acaramelado que desaparece en tu boca. Eso sobre una oblea crocante, protegido por una capa de chocolate en forma de hongo o rombo redondeado. Un sabor que explota en tu paladar, pero que también es muy efímero.

Existen varias versiones diferentes en la región, en Brasil se consume una copia barata con chocolate de tercera y relleno con demasiado gelatinizante agar-agar, que no le llega ni a los talones. En Argentina, luego de varios intentos, se estableció una versión con parte o todo el relleno compuesto de dulce de leche, que tiene muy buen sabor, pero no genera la misma experiencia.

Los Ricarditos tuvieron su época de oro, pero luego de los 90 comenzaron a decaer. Aún se producen los originales y otros de diferentes gustos, un poco más pequeños que los primeros pero con el mismo estilo, mi preferido es el que el merengue tiene sabor a dulce de leche sin serlo ya que mantiene sus propiedades de nube.

Ellos cambiaron y nosotros también, pero a veces a escondidas uno puede reencontrarse en algún rincón oscuro, a la salida de alguno de los principales supermercados con una parte excepcional de su niñez.

Gonzalo Vazquez

Ricardito uruguayo

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El Ricardito, un icono de la identidad gastronómica uruguaya.

El primer amor nunca se olvida, así como los amigos de la infancia. Lo mismo aplica a nuestras primeras experiencias gastronómicas. Hay sabores hogareños, como ese plato que hacía tu madre que nadie podrá superar. También están los vicios culposos que solo podemos disfrutar en pequeñas cantidades, como golosinas, papas fritas, helados comerciales o gaseosas, solo para ocasiones especiales como fiestas o cumpleaños. ¿Quién puede olvidar la emoción de correr por caramelos cuando se rompe la piñata? Y están los amores imposibles, aquellos que solo podemos obtener en ocasiones excepcionales, a menudo en solitario. En esta categoría se encuentran los únicos e inimitables Ricarditos, producidos solamente en Uruguay a partir de una receta europea creada en 1895 en Escocia. Una delicia que ha conquistado a varias generaciones de compatriotas, pero por alguna razón misteriosa, no ha tenido el mismo impacto en el resto del mundo.

En mi infancia, un Ricardito era una exquisitez que solo se podía conseguir en su estado más puro en un supermercado a un precio prohibitivo. Era algo que comprabas solo o con la complicidad de un familiar goloso. Además, compartir un Ricardito es como tener un virus zombi: pierdes toda sentido de identidad y no recuperas la cordura hasta terminarlo. Si no has probado los Ricarditos originales, es difícil describirlos. Pero imagina morder un trozo de nube con sabor a merengue acaramelado que desaparece en tu boca. Eso sobre una oblea crocante, protegido por una capa de chocolate en forma de hongo o rombo redondeado. Un sabor que explota en tu paladar, pero que también es muy efímero.

Existen varias versiones diferentes en la región, en Brasil se consume una copia barata con chocolate de tercera y relleno con demasiado gelatinizante agar-agar, que no le llega ni a los talones. En Argentina, luego de varios intentos, se estableció una versión con parte o todo el relleno compuesto de dulce de leche, que tiene muy buen sabor, pero no genera la misma experiencia.

Los Ricarditos tuvieron su época de oro, pero luego de los 90 comenzaron a decaer. Aún se producen los originales y otros de diferentes gustos, un poco más pequeños que los primeros pero con el mismo estilo, mi preferido es el que el merengue tiene sabor a dulce de leche sin serlo ya que mantiene sus propiedades de nube.

Ellos cambiaron y nosotros también, pero a veces a escondidas uno puede reencontrarse en algún rincón oscuro, a la salida de alguno de los principales supermercados con una parte excepcional de su niñez.

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