Las personas con sobrepeso duran menos en sus trabajos, ganan menos y son menos contratados que las personas dentro del peso “normal”, muestra esta columna. La autora estudia la discriminación hacia la gordura hace siete años, y en más de una oportunidad le han preguntado por qué no investiga un “verdadero” problema social, pues se entiende que lo que les pasa es culpa de ellas. Argumenta que “la estigmatización de la gordura amplifica otras violencias sociales”.
‘Gordofobia’, palabra rara ¿Nos dan miedo los gordos? ¿las gordas? Son grandes, sin duda, pero de ahí a ser monstruosos como para producir terror, parece ser una exageración. ‘Gordo/gorda’ no suenan como palabras tan graves. Incluso tienen connotaciones positivas en algunos contextos. Sin embargo, hoy surgen como un campo de estudio que involucra discriminación, violencia y miedo.
Los Fat Studies (cuya traducción sería algo así como “estudios sociales críticos sobre gordura”) son la arista académica de un movimiento social que nace en Estados Unidos en la década de los 70. Una de las primeras consignas fue reemplazar el término obesidad por gordura. Esta transformación apunta a despatologizar el cuerpo gordo. Son grandes, no enfermos.
En el contexto actual, es importante enfatizar que no es una negación de la evidencia científica, no son un símil al movimiento anti-vacunas ni nada parecido. Más bien revisan, cuestionan y critican el carácter moralizante con que la biomedicina ha tratado la obesidad. Una de las rutas ha sido contextualizar históricamente cómo es que el Índice de Masa Corporal (IMC) pasó a ser una de las medidas de salud más importante de nuestra época.
El IMC fue obra del estadístico belga Adolphe Quetelet. Su objetivo inicial no era médico. Las primeras tablas de peso y altura emergieron de los actuarios de seguros para identificar riesgos financieros. Paradójicamente, estas tablas fueron asimiladas por la comunidad médica con ciertas resistencias (Jutel, 2009). La prevalencia de esta medida hasta la fecha no se debe a su precisión científica para predecir comorbilidad, sino a su bajo costo: se requiere únicamente de una pesa y una cinta métrica. Así, es una de las formas favoritas de los epidemiólogos de producir datos (Halse, 2009; Must & Evans, 2011).
Los Fat Studies denuncian, sin embargo, que a través del concepto de IMC la obesidad transforma, enferma al cuerpo grande[1]. El concepto es lo que patologiza, afirman.
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DISCRIMINACIÓN
Pero ¿por qué se siente fobia a la gordura? Para contestar esta pregunta vamos a revisar primero los efectos que sufren los y las gordas por esta condición tan desdeñable socialmente.
«A mayor violencia hacia la corporalidad grande, más le tememos»
Esta discriminación afecta casi todas las esferas de la vida cotidiana (Sobal, 2011). Por ejemplo, si se toma el paso de la etapa escolar al trabajo, la exclusión está siempre presente. En la educación, una de las estigmatizaciones más comunes mostrada en estudios anglosajones son los profesores y profesoras de educación física; esto tiene como efecto que se desincentiva el ejercicio de las estudiantes gordas (Readdy & Wallhead, 2016; Rice, 2007; Sykes & McPhail, 2008). Los controles de peso en el contexto escolar (ese traumático momento en la enfermería) se han asociado a baja autoestima, síntomas depresivos, insatisfacción corporal y comportamiento para el control del peso (Lampard, MacLehose, Eisenberg, Neumark-Sztainer, & Davison, 2014).
La discriminación escolar hace que gordos y gordas anticipen en la educación universitaria un fenómeno llamado hyper(in)visibility, esto es, ser visibles e invisibles simultáneamente (Stevens, 2018). La exclusión producto del estigma continúa en el mundo del trabajo (Fernández-Ramírez, Baleriola Escudero, & Esquirol Arias, 2011; Magallares, Morales, & Rubio, 2011; Pattison, Eixmann, & McClung, 2016). Se vive discriminación en la contratación (Merritt et al., 2018), en la empleabilidad y los salarios (Caliendo & Lee, 2013; Johansson, Böckerman, Kiiskinen, & Heliövaara, 2009).
La evidencia de esta exclusión es alta. Sin embargo, hay grupos a los que les cuesta tomarse este asunto en serio. En los siete años que he estudiado esta discriminación, no han sido pocos y pocas los que han insinuado que debería estar usando mi tiempo en algo más importante, investigando un verdadero problema social.
«A los gordos se les atribuyen las mismas cualidades que los pobres: perezosos, sucios y deformes (…) Es un refinamiento de una vieja forma de discriminación»
Pero esta exclusión es, valga la redundancia, más social de lo que parece: la estigmatización de la gordura amplifica otras violencias sociales. La discriminación no cae sobre un vacío, sino sobre inequidades e injusticias anteriores que se intensifican. En la investigación se le ha prestado atención principalmente a tres otras violencias:
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–La discriminación de género: en un artículo emblemático titulado ‘Is Fat a Feminist Issue? Exploring the Gendered Nature of Weight Bias’ (¿Es la gordura un problema feminista? Explorando la naturaleza del género del sesgo por el peso corporal), Janna Fikkan y Esther Rothblum (2012) analizan que las mujeres gordas son más discriminadas que sus congéneres delgadas y que los hombres gordos. Esto en los campos de la educación, el empleo, las relaciones románticas, la salud física y mental y en la aparición en medios de comunicación, entre otros. A modo de ejemplo, sobre las relaciones de pareja, en el artículo mencionado, las autoras muestran un estudio que encontró que por cada punto de IMC que aumenta una mujer, las posibilidades de estar en una relación romántica disminuyen entre 6-7%. Las gordas tienen una tasa de cohabitación y de matrimonio más baja que las delgadas; y tienden a casarse con hombres de menor nivel educacional, menos ingresos, menor estatura y menos atractivos físicamente. Una investigación con estudiantes universitarios norteamericanos mostró que los sujetos prefieren como pareja a una cocainómana o con antecedentes de enfermedades de transmisión sexual que a una gorda (Guzman, del Castillo, & García, 2010). La gordura en mujeres es un facilitador de la violencia física y sexual (Energici et al., 2016; Fikkan & Rothblum, 2012; Fraser, 2009; Rothblum, 2011; Solovay & Rothblum, 2009; Wann, 2009; Wright, 2009).
En el artículo Feminización de la Gordura (Energici, Acosta, Huaiquimilla, & Borquez, 2016) presentamos uno de los extractos de un grupo de discusión:
Mujer 11: «porque yo salgo afuera a veces de mi casa, porque afuera de mi casa están los juegos y ahí se juntan flaites julero[2] a fumar marihuana y te empiezan a gritar cosas [Risas]. El otro día yo estuve ahí en la plaza y había una gordita haciendo ejercicio en las máquinas y pasaron en la micro [bus de transporte público] y le gritaron guatona culiá, entonces… [Risas]”.
El párrafo no solo muestra acoso callejero, sino que se trata de una violencia autorizada socialmente: los jóvenes cuentan esta anécdota riéndose. Así, la violencia hacia las mujeres gordas incluye dimensiones simbólicas, económicas y físicas.
–La discriminación de la gordura es también una forma de clasismo: en un artículo analizamos: “Las formas de exclusión tradicionales de las clases bajas construyen a los pobres con atributos morales como la pereza, la suciedad e incluso la fealdad. La pereza es una de las características centrales para individualizar la pobreza, responsabilizando a quien la padece y omitiendo las dimensiones estructurales de la desigualdad e inequidad. A los gordos se le atribuyen las mismas cualidades que los pobres: son perezosos, sucios y deformes (…) Así, es un refinamiento de una vieja forma de discriminación, donde no se excluye por ser pobre, sino gordo. En otras palabras, la exclusión por el tamaño del cuerpo puede ser una nueva forma de clasismo donde el cuerpo marca o materializa la pereza y la falta de autocontrol” (Energici, Acosta, Bórquez, & Huaiquimilla, 2017, p. 8).
Esto se entremezcla con que la gordura es más prevalente en los grupos de nivel socioeconómico bajo (Energici & Acosta, 2020; Energici et al., 2017), reforzándose la asociación entre gordo, pobre y flojo.
-Por último, en Estados Unidos se ha teorizado que la discriminación hacia la gordura proviene históricamente del racismo hacia las mujeres negras (Strings, 2019). Si bien en Chile no contamos con esta información, no es una locura anticipar que, por ejemplo, ser gorda mapuche sea otro intensificador de violencia.
Vuelvo a la pregunta original ¿por qué odiamos a los gordos y gordas? Porque, como una forma refinada de discriminación, todos y todas la ejercemos pero somos poco conscientes de ella. Como dice Michel Foucault (2008): “el pez nunca descubre que vive en el agua”. La exclusión a la gordura es el agua. Nos es invisible. Una exclusión tan elegante que pasa desapercibida.
Sin embargo, la metáfora tiene un límite: sospechamos del agua. Tememos la gordura porque, algunos más, otros menos, podríamos ser gordo/a y sufrir las violencias que he descrito anteriormente. A mayor violencia hacia la corporalidad grande, más le tememos. Muchos y muchas odian a la guatona culiá porque podrían ser ella; existe la posibilidad de ser la mujer que agreden en la calle a gritos mientras todos se ríen de la escena. La gordofobia muestra la fragilidad, vulnerabilidad y el temor a ser excluido por el cuerpo que se posee. La fobia a los gordos es, finalmente, miedo a esos cuerpos grandes que transitan en la vida social y los monstruos que habitan en nuestras mentes y posibilidades futuras.
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NOTAS Y REFERENCIAS
[2] El término flaite se refiere a jóvenes que generalmente se visten con ropa deportiva holgada, que comparten su propio lenguaje, en Chile conocido como coa. Juleros hace referencia a que se encuentran en prácticas ilegales o, al menos, incorrectas.
Referencias
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Energici, M. A., & Acosta, E. (2020). El estudio de la obesidad y la gordura desde la sociologúa y la psicología social. Athenea Digital, 20(2), 1–19.
Energici, M. A., Acosta, E., Bórquez, F., & Huaiquimilla, M. (2017). Gordura, Discriminación y Clasismo: un Estudio en Jóvenes de Santiago de Chile. Psicologia & Sociedade, 29, 1–10.
Energici, M. A., Acosta, E., Huaiquimilla, M., & Borquez, F. (2016). Feminización de la gordura: estudio cualitativo en Santiago de Chile. Revista de Psicología, 25(2), 1–17. https://doi.org/http://dx.doi.org/10.5354/0719-0581.2016.44771
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Fikkan, J. L., & Rothblum, E. D. (2012). Is Fat a Feminist Issue? Exploring the Gendered Nature of Weight Bias. Sex Roles, 66, 575–592. https://doi.org/10.1007/s11199-011-0022-5
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Jutel, A. (2009). Doctor’s Orders. Diagnosis, Medical Authority and the Exploitation of the Fat Body. In J. Wright & V. Harwood (Eds.), Biopolitics and the “Obesity Epidemic”. Governing bodies (pp. 60–77). Nueva York y Oxon: Routledge.
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Magallares, A., Morales, J. F., & Rubio, M. Á. (2011). The Effect of Work Discrimination on the Well-being of Obese People. International Journal of Psychology & Psychological Therapy, 11(2), 255–267. Retrieved from http://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN=67065653&lang=es&site=ehost-live
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